El ser humano es el único ser vivo que come sin tener hambre, que bebe sin tener sed, y que tropieza dos veces (o más) con la misma piedra. Y es que nos encanta pensar que siempre tenemos razón y que los demás están equivocados. Para nosotros es más importante ser “fiel” a uno mismo y seguir cometiendo los mismos errores, que reconocer que no lo estamos haciendo bien, y que si cambiáramos ciertos comportamientos o estrategias, todo iría mejor. Realmente, nos cuesta deshacernos del orgullo y escuchar al resto del mundo. Nos gusta pensar que nuestra opinión siempre es la correcta.
Tropezarse una vez con una piedra es necesario, porque aprendemos a no volver a cometer el mismo error. Tropezarse por segunda vez con la misma piedra, ayuda a recordar porque nos “caímos” la vez primera. Pero cuando esto se coge por costumbre, aparecen los problemas. Es ahí cuando nos estamos amargando la vida, sin necesidad de ayuda externa. Porque para hacer las cosas mal, no necesitamos a nadie. Y para hacerlas bien, supuestamente tampoco.
Por ello, con este post os animamos a que reflexionéis sobre vuestros actos, en concreto sobre los que no conllevan gratas consecuencias, para poder buscar formas alternativas de comportarse y de tomarse las cosas.
Está en nuestras manos que las cosas cambien.
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