De entre los cientos de regímenes y dietas que se pueden
encontrar por la red, o en algunas revistas especializadas en salud o
bienestar, en los últimos tiempos está destacando una muy interesante, conocida
como dieta macrobiótica. Si bien hay
que explicar que la macrobiótica, más que una dieta, es una forma de vida, un
estilo saludable en el que se busca el equilibrio perfecto entre cuerpo y mente
a través de la alimentación y de la serenidad espiritual, ya que para los
macrobióticos, el estado de ánimo y la alimentación
que seguimos son indisolubles, es decir, somos lo que comemos.
La propia palabra macrobiótica
viene a significar “gran vida” o “vida plena”, y marca el objetivo de esta
teoría, prolongar al máximo la vida del ser humano en un estado saludable,
consiguiendo la ausencia de enfermedades gracias a equilibrio perfecto que
podemos crear a través de nuestra alimentación. Ya en la antigua Grecia se
hablaba de macrobiótica, aunque en términos contemporáneos, esta forma de vida
gana popularidad, tal y como la conocemos hoy día, gracias a Georges Ohsawa, un japonés que logró
introducirla en el mundo occidental. Desde entonces ha evolucionado bastante,
aunque sus principios siguen siendo básicamente los mismos: alimentación saludable
y equilibrada, y ejercicio mental para alcanzar ese estado de paz interior que
nos ayude a prolongar nuestra vida.
Georges Ohsawa pensaba que esta filosofía debía adaptarse a
cada persona, porque cada cual tiene unas necesidades
particulares, y la propia dieta debe cubrirlas. Se debe adaptar también a
las condiciones climatológicas, sociales y geográficas de los individuos,
primando aquellos alimentos o recetas que se lleven consumiendo desde hace
mucho tiempo en el lugar donde se viva. Es decir, una vuelta a la cocina tradicional, a los platos de
siempre, de alguna forma.
Aunque como decimos, cada individuo debe adaptar esta dieta
a sus condiciones, sí que hay un modelo
estándar de alimentación macrobiótica, que exponemos a continuación a
grandes rasgos:
Entre el 50 y el 60% de nuestra alimentación debe consistir
en cereales integrales, desde el
arroz al trigo, pasando por el mijo, la avena o el maíz, dando preferencia a
los cereales en grano, mucho más fáciles de digerir.
- Entre el 25 y el 35% deben ser verduras variadas, ya que la filosofía macrobiótica entiende que por naturaleza, el ser humano está predispuesto a alimentarse básicamente de cereales, frutas y verduras, y que estas tienen que ser la base de su alimentación. Se recomiendan alimentos como los champiñones, las setas o las calabazas, frente a otros como la patata o el tomate, que no tan recomendados.
- Sopa al menos una o dos veces al día, especialmente si es de verduras, o incluso de algas o pescado. Una de las recetas estrella de la dieta macrobiótica es la sopa de miso, con muchas propiedades regenerativas.
- Entre un 10 y un 15% de legumbres, como las lentejas, garbanzos o judías, también conforman parte de esta dieta macrobiótica, por su aportación de proteínas.
Aunque muchos pueden considerarla como demasiado extrema, la dieta macrobiótica se basa simplemente en seguir la propia historia alimenticia del ser humano, y los alimentos que ha consumido de manera preferente desde hace siglos. El interés por este tipo de alimentación crece cada día, y existen tiendas como http://www.ecoalgrano.com/ que ponen al alcance de todo el mundo esta dieta macrobiótica, para poder llevar una vida más saludable y equilibrada, estemos donde estemos, sin tanto esfuerzo.
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